martes, 3 de marzo de 2009

¿Para qué educar?

Leonardo Garnier Rímolo
Ministro de Educación Pública

¿Para qué educamos? La respuesta más simple y probablemente la más completa es que educamos para la vida o, lo que es lo mismo, educamos para la convivencia. Educamos – como diría Touraine – para que podamos vivir juntos en este planeta y para tener, juntos, una vida plena.

Esto quiere decir que educamos para hacernos capaces de asumir nuestras paradojas fundamentales: una, la de ser animales individuales y mortales… y tener conciencia de ello. Dos, la de tener también conciencia de que solo trascendemos y superamos esa vida y muerte individual, gracias a la curiosa característica de ser animales sociales: nuestra existencia solo tiene sentido mediante nuestra relación con los otros, que es la que, finalmente define nuestra compleja identidad.

Vivir y convivir tiene muchas aristas: en nuestra relación con los otros nos va la vida; ya sea que hablemos del amor o de la guerra; del trabajo o del juego; de las pasiones o los intereses, del ocio o del negocio. Para todo eso, educamos… y para eso, debemos educar a todos.

Nuestra relación con los otros es inevitablemente paradójica y está maravillosamente recogida en las dos grandes obras de aquel profesor de filosofía moral que terminó convertido en padre de la economía moderna: el ser humano vive en una constante tensión entre el egoísmo y la simpatía; entre el intento por aprovechar la necesidad ajena en su propio beneficio y la capacidad de sufrir con el dolor y gozar con el bienestar del prójimo.

No esperamos el pan de la bondad del panadero ni la cerveza de la del cervecero sino de la necesidad que tienen de satisfacer su propio interés – nos decía Adam Smith en La Riqueza de las Naciones –. De ahí el comercio, el intercambio y el trabajo en su sentido social: trabajamos para los demás e intercambiamos el fruto de nuestro trabajo con ellos… esperando, sin ingenuidad, que ellos trabajen también para nosotros.

Por eso la educación debe ser, en parte, una educación para el trabajo, para la producción y el intercambio, para la convivencia económica con los demás, una convivencia que nos permita sacar partido – individual y colectivo – a lo que bien podríamos llamar la eficiencia del egoísmo.

Pero así como nos importan los demás desde este ángulo utilitarista, nos importan también en un sentido mucho más complejo y profundo, que el mismo Smith desarrolla en su Teoría de los Sentimientos Morales: más que ninguna otra cosa – dice – nos interesa el afecto o la simpatía de los demás: su aprecio, su respeto, su reconocimiento; en fin, nos importa qué piensan y sienten los demás sobre nosotros. Nos importa importarle a los demás.

De aquí fluye esa contradicción inevitable que marca nuestras vidas: vivimos entre el egoísmo y la simpatía. Buscamos poder, prestigio y riqueza, pues creemos que nos brindan todo aquello que tanto anhelamos. Pero al mismo tiempo, buscamos el afecto, el respeto, la solidaridad y el reconocimiento de los demás pues solo ese reconocimiento da sentido trascendente a nuestra vida.

Para eso debemos educar: tanto para la convivencia eficiente, útil y práctica del mundo del trabajo, del comercio o del consumo; como para la vida plena y trascendente que surge de la convivencia solidaria y del afecto desinteresado. Esta no es una paradoja simple… mucho menos una paradoja fácil de traducir en recetas educativas.

Queremos que los estudiantes aprendan lo que es relevante y que lo aprendan bien: que nuestros jóvenes adquieran y desarrollen el conocimiento, la sensibilidad y las competencias científicas; lógicas y matemáticas; históricas y sociales; de comunicación y lenguaje.

Todo esto es clave… pero no basta.

En un mundo incierto en el que pareciera a veces que todo se vale y en el que se vuelve casi indistinguible lo que vale más… de lo que vale menos; en un mundo en el que prevalece el miedo, la pregunta de ¿para qué educar? adquiere un significado adicional y angustiante.

Al educar para la vida y la convivencia no podemos quedarnos con las necesidades prácticas del egoísmo: necesitamos la simpatía que Smith encuentra como condición necesaria para la supervivencia sostenible de una sociedad libre que convive en un planeta frágil. No podemos quedarnos con el economista: necesitamos al filósofo.

Por eso, a la educación que prepara para la búsqueda pragmática de ‘lo verdadero’ debe agregarse la educación que forma para la búsqueda trascendente de ‘lo bueno’ y ‘lo bello’: una educación en la ética y la estética, como criterios fundamentales – y nunca acabados – de la convivencia humana. Una educación para la ciudadanía, una educación que nos libre de la discriminación y el miedo.

Por eso debemos educar en la ética y la ciudadanía. Nuestros jóvenes no pueden crecer sin criterios éticos en un mundo en el que se diluye la obligación moral de buscar y luchar por aquello que es humanamente correcto o bueno. No podemos educar ni en los valores inmutables de los conservadores ni en la cómoda ambigüedad de los relativistas, sino en la búsqueda de qué es lo que nos permite vivir juntos, con respeto, con simpatía, con solidaridad, con afecto, reconociéndonos y aceptándonos en nuestra diversidad. Para eso, educamos.

De la misma forma, debemos educar para que nuestros jóvenes aprendan a gozar de la belleza natural y artística, que sean capaces de apreciarla y valorarla; que puedan entenderla – conocer y respetar sus raíces y experimentar sus derivaciones y combinaciones – y que sean capaces de comunicarse y expresarse, ellos mismos, artísticamente.

Educamos para la cultura, para los derechos humanos y para eso que hemos llamado un ‘desarrollo sostenible’. Educamos para todo eso que constituye esa parte de nuestra naturaleza humana que no viene inscrita en el código genético, sino en nuestra historia. Educamos para que prevalezca la razón y no se repitan los errores del pasado: educamos contra la magia y la tiranía. Educamos para el ejercicio crítico pero sensato de la ciudadanía democrática. Educamos para cerrar esas brechas que nos separan. Educamos, en fin, para vivir en el afecto y la memoria de los demás: solo así trascendemos como individuos; solo así sobrevivimos como especie.

Es por todo ello que la alfabetización del siglo XXI significa algo más que leer, escribir y entender la aritmética básica; significa poder entender y expresarse en los símbolos de nuestro tiempo, y esos son los símbolos de la ciencia, de la tecnología, de la política, del arte y cultura a todo nivel. No podemos aspirar a menos.

Termino con un comentario más práctico sobre esta reflexión un tanto abstracta. Educar para la búsqueda de ‘lo verdadero’ no es solamente un esfuerzo académico, sino que es indispensable para poder vivir realmente una vida plena: los estudiantes deben entender que la ecuación de la parábola que estudian en matemática es, precisamente, la que permite a David Beckham anotar sus goles de tiro libre; que la fórmula NaCl es la que da el sabor saladito a su comida y que tras alguna de las tantas guerras que estudiaron está alguno de sus abuelos. De la misma forma, educar en la búsqueda de ‘lo bueno’ y ‘lo bello’ no tiene solamente un sentido sublime y lejano, sino completamente práctico… y esto lo entienden bien los jóvenes artistas – raperos, bailarines, poetas, cantantes, pintores, cineastas – que expresan en su arte las angustias de ser joven en nuestro mundo y encuentran en ello su identidad y su razón de permanecer o escapar de los colegios.

En español, la diferencia entre aula y jaula es solo una letra… cuanto más parezcan jaulas nuestras aulas, mientras más prevalezca el miedo como estrategia educativa… menos jóvenes tendremos en ellas, menos educación. Cuanto más arte, más convivencia, más respeto haya en los colegios, más jóvenes se sentirán a gusto en ellos; habrá menos deserción y más educación para la vida, para el trabajo y para la convivencia ciudadana. Para eso educamos… y el reto es enorme: es un reto que empieza por reeducarnos nosotros mismos y reeducar a los educadores.

http://www.mep.go.cr/carta_ministro/para_que_educamos.html

6 comentarios:

  1. Los medios de comunicación son transmisores de de información y se realizan mediante contacto telefóni, programas de radio

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  2. En el siglo XXI la educación a tomado un rumbo acelerado en el cuál nos perdemos de muchos pasos muy importantes todo con el fin o el pretexto de servir a los poderes que nos dan las reglas para un “avance” de la sociedad en la que vivimos.
    Sin embargo en nuestras manos está el cambio y el darle sentido y gusto a la educación por medio de una educación inclusiva y no exclusiva, una educación más integral, darle la no la máxima importancia a los contenidos sino equitativamente buscar la manera de implementar valores así como concienciar a los jóvenes en los temas de actualidad.
    ¿Cómo logramos que los estudiantes estén en conocimiento de los acontecimientos del momento?
    Bueno, gracias a los diferentes medios de comunicación que existen en la actualidad, como lo son el periódico, la radio, la Internet. Estos son herramientas que son de gran ayuda a todos los profesores tanto de la actualidad como de futuro, ya que en ellos encuentran mucho material importante, útil y la vez entretenido de dar algún contenido que se deba abarcar; siempre teniendo en cuenta que a pesar de que son una muy buena herramienta hay que comparar información y saber que no toda la información que se lee es de confiabilidad total.
    Sin embargo esto se conoce a pasar del tiempo cuando se tiene más relación con estos y con los datos que dan a conocer, por eso es importante que desde ya se empiecen a utilizar, saber aprovechar e indagar mas y mas con el pasar de los días y de la tecnología.

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  3. Como futuros docentes debemos tratar siempre de hacer la diferencia de esos docentes que se limitan a solo "educar" las materias basicas enseñar unicamente los contenidos de leer, sumar ,etc.
    Debemos de educar para formar niños y niñas con valores con sentido critico ante las situciones que debe enfrentar como niños y mas adelante como adultos responsables. Que tengan amor un amor hacia la naturaleza, a las bellas artes. Tambien debemos forjar porque sean en el futuro adultos que puedan ser tolerantes, eficientes, responsables, esforzados en su vida familiar y de trabajo.
    Pero para lograr todo esto debemos procurar que las aulas no sean jaulas donde tenemos niños que se encuentran en ellas por
    obligación y que mas bien sea por placer por iniciativa por disfrute de lo que realice en las Aulas en las cuales hay niños y niñas con opinion, con propuestas y no animales en jualas que deben limitarse a obedecer.

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  4. EDUCAMOS PARA INCULCARLE A LOS NIÑOS Y NIÑAS VALORES PARA QUE EN FUTURO SE INTEGREN A LA SOCIEDAD COMO PERSONAS DE BIEN,DONDE ESTEN INTEGRADOS EN LA SOCIEDAD Y APORTEN EN ELLA

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  5. EDUCAMOS PARA INCULCAR EN MUCHOS NIÑOS Y NIÑAS NO SOLO CONTENIDO SI NO TAMBIEN UNA CULTURA EN LA CUAL RESPETEN AL AMBIENTE Y TAMBIEN A LAS PERSONAS QUE LES RODEAN, PARA FORMA PERSONAS CAPACES DE INVOLUCRARSE A UN MUNDO DONDE ELLOS SERAN CAPASES DE INVOLUCRASE A UNA SOCIEDAD DONDE SERAN MANO DE OBRA BIEN PREPARADA ASI FORATALECER EN EL SISTEMA PRODUCTIVO DEL PAIS

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  6. Educamos para que nuestra sociedad sea mejor,
    educamos para formar a niños y jóvenes que contribuyan a mejorar esa sociedad para que los alumnos desarrollen el conocimiento,
    que sean capaces de comunicarse y expresarse.
    Como futuros educadores, no debemos limitarnos a la tiza y a la pizarra, ya que la educación
    abarca más que eso. Educamos para enseñar y a la vez aprender.

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